domingo, 15 de noviembre de 2020

Hoy, le escribo a mis pecados,
hoy, le escribo a mis demonios, a los tuyos y a los nuestros.

Recuerdo cuando nos conocimos,
dijiste que enfrentabas tus miedos,
te miré sonriente,
¿cómo temerles si aún no conocias los míos?

Los miedos ajenos dominan al mundo,
tener miedo es poderoso y hace poderoso a un otro.
Espero un día puedas enfrentar a tus miedos y a tus demonios,
yo mientras río, río junto a los míos y me convierto en los tuyos.

martes, 15 de septiembre de 2020

El faro del comienzo del mundo II

Creo haber leído esta historia antes, o quizás la escribí yo, o quizás tu, no recuerdo, pero sí recuerdo la historia, hoy, sentado y bebiendo mi licor irlandés mientras llueve, afuera llueve, pero esta vez no me puedo quejar como en historias anteriores, porque estoy en un bar en el puerto, y en los puertos llueve, pero no desde el cielo, sino que desde lo más profundo del océano, siendo la lluvia que nace en el punto previo a que se desborde el mar al fin del mundo. Pero no vine hasta aquí para contarte de cómo nació la lluvia en el fin del mundo, o quizás sí, pero no, jeje, hoy quiero hablarte del único navío que quedó sobre las aguas el día en que el tiempo se detuvo. 

Fue la mañana previa antes de zarpar a la ruta de comercio habitual, un viaje de dos semanas, la tripulación ya estaba lista, solo faltaba él, un joven de fermentados y ajeno al ron, mal pirata quizás pensarás, jeje, pero no, no éramos piratas, no, éramos la tripulación del Octopus, barco sin igual, de más de cien años y su primer capitán aseguraba haber conocido el octavo mar en su primer viaje. Su primer y único capitán. Más de cien años, solo que cada cierto tiempo adaptaba su propia historia como si hablara de sí mismo, luego de su padre y luego de su abuelo. Ahora se supone que era su propio bisabuelo. A nosotros no nos importaba, suponíamos que en el océano se detiene el tiempo, porque el solo envejecía cuando sus pies tocaban tierra. Pero hoy no les hablaré del capitán sino que de este joven, que buscándose a sí mismo, se sumergió en el mar.

El barco zarpó. El sol nos hacía compañía. El viento nos llevaba con suavidad. Las olas eran tenues. Era el viaje perfecto. Podias cerrar tus ojos y estar ajeno al mundo. Era silencio. Subí a la vela mayor, me paré sobre el poste. Era uno con la brisa, hasta que lo sentí, abrí los ojos y por mi costaba iba el joven levitando. Sus ojos aún cerrados y una tenue sonrisa. Lo miré con calma, a punto de alejarse del barco. El grito del capitán me despertó, la tripulación completa levitaba fuera de la nave. Tomé su mano y me aferré con todas mis fuerzas a la vela. ¡Despierta! ¡Por favor despierta! El joven sonreía, y la vela se desprendía. Abajo el capitán era el único con los pies sobre la madera e intentaba ingenuamente atar a los colegas. Fue en vano. El joven flotaba cada vez más lejos, la vela cedía, mis brazos ardían, mis dientes se apretaban, y comenzó de nuevo. En mi mente el barco zarpaba, el sol nos hacía compañía y el viento nos llevaba con suavidad. Desperté y el joven me miraba, aun sonreía, pero esta vez una lágrima se desprendió de su mejilla. Ni siquiera intentó sostener mi mano. Solo se desprendió. Iba sonriendo. Todavia tenia olor a alcohol. Mis compañeros pasaron a mi lado, todos sonriendo y llorando al mismo tiempo. El sol nos abandonó. Era penumbra, el día se nubló. Súbitamente dejé de flotar y caí en la proa, el capitán jadeante se acercó a mí, se veía más joven. Me dio su mano, me examinó, ¿estás bien? Preguntó. No lo sé, atine a decir. Hemos llegado, agregó. La neblina acorta el trayecto.

Era roquerio, no era el puerto. Acantilados se veían a lo lejos. y una luz, una luz verde que giraba contra las manecillas del reloj. Se reflejaba sobre el mar y en cada reflejo podías ver el fondo, en plena oscuridad. Barcos navegaban bajo las olas, algunos invertidos, otros destruidos. El capitán guardaba silencio. El Octopus se detuvo. Un pequeño bote vino al encuentro. Los marinos me eran conocidos, cuál de todos ellos es más viejo, incluso algunos eran solo esqueletos. Llegamos a la playa y subimos una escalinata.

Me tragué todas las palabras que quizás algún día creí conocer. Era imponente. Un faro que jamás creí que pudiera haber sido construido. Se abre la pequeña puerta en lo alto. ¡Esta vez no he llegado tarde capitán! esa voz la conocía, y olí el alcohol. El capitán rie. Era un anciano quien nos recibía. El capitán sin mirarme, sonríe y me cuenta… Conocí este lugar, antes de la invención de la escritura, antes del dón de la palabra, antes incluso de que pudiéramos navegar, solo aparecí aquí un día y con uso de razón. Un gran pulpo me observaba, se abrazó a sí mismo y se convirtió en barco. Me llevó sobre sí a la orilla del fin del mundo. Entendí entonces que quería apaciguar la lluvia que venía de aquel lugar. Era una petición de auxilio, era la historia del mundo concentrada en aquel lugar. Vi las guerras, la hambruna, el dolor, todo aquello que queremos olvidar, incluso antes de que ocurra o de que supiéramos que va a ocurrir. En su momento no supe qué hacer, solo le pedí al Octopus que me llevara a tierra firme y me llevó al puerto. Ya existía una ciudad, desconozco cuánto tiempo estuve en el mar. Toqué la arena y sentí el paso del tiempo sin saber lo que era el tiempo. Me quedé en el barco por años y entonces lo entendí. Debes desprenderte, debes soltar si quieres avanzar. No sé con qué cara de horror miré al capitán, porque su sonrisa se esfumó, pero prosiguió. A veces, debes sacrificar versiones de tu propia historia para continuar. Subió a lo alto del faro, donde estaba la luz verde, abrió el ventanal y salió al balcón. Era oscuridad absoluta. 

Me apoyé absorto en la belleza de la inmensidad, tal cual como si no existiera el tiempo. El capitán mantuvo silencio, como si guardara un minuto por cada persona que había llevado al faro. Y comenzó otra vez en mi mente, el barco zarpando, el sol de compañía y la briza. Un tentáculo salió del mar y abrazando con extrema ternura se llevó al capitán. Ese día no llovió, ni por varios días más.

Pasaron años, yo seguía igual y la tripulación comenzó a rejuvenecer, a tal punto de desaparecer poco a poco, menos él, el joven y su olor a alcohol, quizás porque sabía manejar la luz del faro.

Pasaron décadas y un día pasó, la lluvia regresó y un caballo de mar se posó sobre una roca y comenzó a relinchar, me acerque a él y se abrazó a sí mismo, convirtiéndose en un barco sin igual. El joven se despidió de mí con un gesto sutil. Subí, pero esta vez no navegamos al fin del mundo, me trajo al puerto, a este puerto. La gente caminaba hacia atrás y las construcciones se desmoronaban. Pisé la arena y el tiempo se detuvo. Caminé al bar, me serví un licor irlandés. Me reí, estaba yo frente a mí, bebiendo antes de partir. Vi al joven beber su primera cerveza y vi al capitán reclutando a su primera tripulación.

Vi al tiempo directo a sus ojos, vi al faro encender su luz por primera vez y te vi a ti buscando respuestas en este cuento, sobre el joven y su viaje de autoconocimiento, sobre al capitán y su vida familiar, sobre el Octopus y su viaje al octavo mar, pues lo siento, hoy toca esta versión, porque lo otro ya lo sabes, recuerda, cuando me inventaste una voz y me escuchaste en tu mente, en una versión que ya has sacrificado de tu propia historia.

martes, 25 de agosto de 2020

Ejercicios de estilo, Quiroga, Bolaño y Baby Cami G Pop Art

ESTILO QUIROGA


Se le veía sentada en el parque, esperando. Era la única que no lo sabía. Esperaba que él llegara. Pero todos sabíamos que no sería así. Ella lo conoció en aquel parque, el primer beso, el primer te amo, el primer nos vemos pronto. Ella fue a su funeral, estaba en silencio, se retiró y fue a la banca. Se sienta como si lo fuera a esperar por siempre. Cuando la gente se le acerca y le pregunta por su día, ella te cuenta la misma historia desde perspectivas diferentes, a veces era medio día, a veces el atardecer, pero siempre el mismo desenlace, el pide que la espere, que volverá pronto. Lo único pronto fue su muerte, fue súbita y repentina, algunas personas dicen que él sabía que moriría y quería seguir atado a este mundo sintiendo que alguien lo amaría por siempre. Las vecinas cuentan que a veces ella llega sola y por las noches al parque y escuchan su risa, y otra que le hace compañía. No se sabe, yo no lo sé, pero si la he escuchado reír, a solas y a veces no tanto, prefiero no confirmarlo.


ESTILO BOLAÑO


Candy Brandy era la inseguridad hecha persona, pero no lo representaba mientras caminaba a casa con el tacón roto. Había visto demasiados capítulos de Sex and the City como para saber disimularlo. Se cayó del tubo, profecía autocumplida. Su sugar Daddy, se levanta con cara de otra vez y se larga. Ya no es dulce la caída, no es dulce la sangre que siente en su boca. Candy Brandy camina a casa, se saca los zapatos, los deja tirados en el paradero. Se detiene un taxi y le grita improperios. Candy Brandy ya perdió la vergüenza y se alimenta del miedo. Se cambia de ropa a plena luz del día, Llega a casa descalza y con su labio hinchado. Deja escapar un buenos días que no es contestado, la casa duerme, la familia duerme, pero Candy Brandy sigue despierta, la ansiedad la come, la devora, se hunde en su cama y aplasta la cara con la almohada, se quita el maquillaje, se sonríen, mutuamente. Abre su cajón, toma una pastilla, Candy Brandy duerme y despierta Camila.


ESTILO BABY CAMI G POP ART


Fumo el último cigarro, un Apple Red, o sea, mínimo como fan de Tarantino, gasté dinero innecesario en algo que no necesitaba para impresionar a gente a la que no le importo, o sea, ni Will Smith a quien cité ni Tarantino me conocen, pero aquí estoy, fumando, y ni siquiera fumo, es para llamar la atención, necesito ser popular, quizás ser un referente, quizás tanto como los reggaetoneros del siglo XX, a quienes se hace referencia en el reggaeton actual, ¿o no se habían dado cuenta? ¿acaso no se puede analizar desde la intra e intertextualidad una canción de regaeton o trap? los desconozco, o sea full vergüenza si Bad Bunny los mirara a los ojos en este momento, pero igual raro que un tipo así te mire a los ojos, la raja les miraría primero, full squat con peso máximo, a lo calle 13 pa tener nalgas de catorse kilates. Se acaba el cigarro, no pienso encender otro, que me enciendan la vida mejor, necesito motivación. Miro un cigarro, lo dejo, sin antes escribirle, fumame. Fumame, quizás eso es lo que realmente quiero. Que me fumen, no que me funen, tema delicado. No dije dónde estaba, si era fuera de un bar o fuera de una disco ¿disco se le dice? Que 1999 mi comentario. Un beso y un abrazo. Y fumense, fumense a sí mismas y a sí mismos, nos vemos pa fumarnos, funarnos y esfumarnos.


martes, 21 de julio de 2020


Escribo para liberar lo más oculto, lo ajeno, lo mío, lo tuyo y lo nuestro.

martes, 14 de julio de 2020

El tiempo se detuvo, lo último que recuerdo fue la explosión y yo volando. Mis brazos se extendieron por sobre mi rostro, por sobre mi cabeza. Por fracciones de segundo pude pasar de mi forma humana a mi forma de bestia. Parte de mi piel se quemaba, mis piernas, mi vientre desnudo, mi torso. Poco a poco el pelaje me cubría y me salvaba de mayores daños. ¿Por qué Caperucita? ¿Acaso le creíste a los cerdos? No, no fui yo quien soplo y soplo y derrumbo sus casas. Yo le dije al cerdo más joven que la hierba tierna no, que debía ser paja, pero aun así no lo recomendaba. Yo le dije al cerdo de al medio que la madera no debía estar mojada o su casa se agrietaría, pero que aun así no se lo recomendaba. Yo fui quien ayudó al cerdo mayor, él era mi amigo, yo ayudé con cada ladrillo, yo subí a su tejado. Y no caperucita, no fui yo quien en venganza quemó sus casas con ellos dentro. Yo intenté salvar a mis amigos y entonces la encontré: tu caperuza entre las cenizas. Tuve miedo y fui por ti, caperuza quemada en mano. Y entonces te vi, riendo, comiendo tocino, junto a tu abuela y tu madre la supuesta desaparecida. Sentí ira, desprecio y explosión, el cazador vengaba a sus amigos dejándose caer del techo rodeado de explosivos. El tiempo se detuvo, lo último que recuerdo fue la explosión y yo volando. La caperuza volaba a mi lado, destruida y aun así te recordé en ella sonriente. Caigo al suelo, me hago un ovillo, caen las cenizas, me sacudo y me levanto. Ya no estas Caperucita, ni tú, ni tu madre, ni tu abuela, ni el cerdo joven, ni el del medio, ni el mayor, ni el cazador, solo quedo yo y mi forma de bestia con mis emociones más humanas.

martes, 7 de julio de 2020

La voz del relato


Yo escribía sentada en la ventana cuando te vi pasar corriendo por mi lado. Ibas con tu vestido favorito, aquel blanco, largo. Llorabas y corrías por un pasillo encerado, mala combinación. Una carta de adiós cayó de tu bolsillo, era aquella carta de despedida previa al día de compromiso. Era la carta de confesión, aquella que cambiaba tu destino, aquella carta que no querías aceptar haber recibido. Te perdí de vista y te seguí, te encontré llorando en la fuente. Veías tu reflejo en el agua, apreciabas el maquillaje corrido, te limpiabas, te decías a ti misma que ya era suficiente, pero a la vez recordabas los momentos que te llevaban a intentarlo de nuevo. Me acerqué a ti, acaricié tu cabello, con el tacto era más fácil saber tus sentimientos. Tenías miedo, no te sentías capaz de empezar de nuevo. Ojalá pudieras escucharme. Llega tu madrina, está apenada, piensa mil y una vez en que tratamiento continuar ésta vez. Llora y se va, la escuchas, intentas seguirla, pero tu vestido se enreda, resbalas, caes dentro de la fuente, golpeando tu cabeza el fondo. El agua se torna como cuando niñas cocinábamos betarragas. Poco a poco dejo de leer tus pensamientos. Nuestra madre tenía razón, no somos parte del mismo cielo.

Pasó corriendo junto a personas que se apoyaban en las ventanas mientras escribían cartas de amor. Iba con su vestido favorito, aquel blanco, largo. Lloraba y corría por un pasillo encerado, mala combinación. Una carta de adiós cayó de su bolsillo, era aquella carta de despedida previa al día del compromiso. Era la carta de confesión, aquella que cambiaba su destino, aquella carta que no aceptaba haber recibido. Se escabulló por los pasillos contiguos hasta llegar a la fuente. Lloraba. Su reflejo estaba en el agua, se apreciaba el maquillaje corrido, se lo limpiaba. Se decía a sí misma que ya era suficiente, pero a la vez recordaba los momentos que la llevaban a intentarlo de nuevo. Tenía miedo, no se sentía capaz de empezar de nuevo. Lega su madrina, está apenada, piensa mil y una vez en que tratamiento continuar esta vez. Llora y se va. La chica la escucha, intenta seguirla, pero su vestido se enreda, resbala, cae dentro de la fuente, golpea su cabeza en el fondo. El agua se torna como cuando ella y su hermana de pequeñas cocinaban betarragas. Poco a poco desaparecen sus pensamientos. La madre de las niñas tenía razón, ella y su hermana no eran parte del mismo cielo.

Il faut que


Siempre me pregunté cómo sería el apocalipsis, en realidad no siempre, ya que en el baño prefería cuestionar mi existencia, pero quizás ese sí sea otro tipo de apocalipsis. Recuerdo el video Do the Evolution de Pearl Jam. Recuerdo los pagos de la terapia. Recuerdo la última dona, glaseada y vegana. Vegana, recuerdo las consignas veganas: ¡La revolución será vegana o no será! Y fue poh, pa la caga. ¿O era la revolución será feminista o no será? ¿O era la revolución será kpop o no será? Ojalá hubieran tutoriales paso a paso de cómo ser revolucionaria, pero digo tutoriales y recuerdo el cuento que quiero leer de mi compañera y pienso en el plagio di plagio y rio porque ya no hay televisión y si hubiera no hay electricidad, porque esto no es como Black Mirrow en que pedaleabas y te pagaban por la electricidad. Siento que es una estafa, el apocalipsis es una estafa. Ojalá pudiera quejarme con la gerenta, pero eso suena muy capitalista de mi parte. Extraño consumir. Sí, eso hacía en los baños. No lo recodaba hasta ahora. Los baños, extraño los baños, los baños como este, en el que creo estar. Es un baño amplio, limpio, de la pieza principal, ¿de quién? No importa. La tapa de la taza, blanca, nunca había visto una así, y lisa, perfecta. Apoyo mi cristal, no se desliza, es la perfección. Queda lo último del gramo comprado en la esquina. Lo acomodo con el último billete de dos lucas que me queda. Me acerco sutilmente. Inhalo. Inhalo profundo. El techo es blanco, los muros son blancos, la ducha es blanca, la cerámica es blanca. Yo estoy blanca. Rio. Abren la puerta, soy yo, rio más fuerte, pero no me escucho, recuerdo el meme de no entrar sin permiso a la consulta médica porque podría ser yo misma. Y soy yo poh. La revolución fue feminista y vegana y yo no estaba. Me miro. Me agacho y limpio mi nariz estoy sangrando y no puedo detenerlo. Sangro demasiado. Me sujeto con ambos brazos y cubro mi rostro. Me ahogo con mi sangre, intento liberarme, pero no me dejo. No me lo permito. Me miro a mi misma y ya no grito. Me quedo mirando y mis brazos caen y mi cabeza cae. Quedo en el piso y me voy. Siempre me pregunté cómo sería el apocalipsis.
Y aquí estoy, mirando el cuadro que describe mi realidad más cruda. Lejos, lejos de la audiencia. Afuera llueve, pero quienes disfrutan de mi arte son muy cuicos para entenderlo. Jamás podré disfrutar de la lluvia en espacios urbanos, sabiendo que alguien pasa frío, pero como les digo, los cuicos son muy cuicos para entenderlo. Miran mi cuadro y brindan. Yo jalo, jalo sobre mi mano, aquí, lejos, bien lejos de la audiencia. Ya no hay un baño, ya no estoy yo misma. Ya da lo mismo. Recuerdo la pelicula Baraka, que es como una versión extendida del video clip de Allan More, sí, el que nombre al principio, pero no hay principio, en fín, aquí es el fín, y no hay un baño blanco ni sangre que me ahogue, o quizás sí, quizás aprecio mi obra póstuma. Póstuma como aquel documental. Imagino que me recuerdo viéndolo al revez, como dije no hay principio ni fin -creo que Dark me dejó mal aunque no la ví, solo spoilers, pero un spoiler es suficiente para arruinar una historia de amor-. El agua sube por la cascada, tal como si Shiryu la golpeara. Los caballeros del zodiaco, buenisima, muy emo, no creo en el tarot, pero igual sigo varias cuentas en insta. Vuelve, vuelve a enfocarte en lo que piensas. La gente ya se fue, o quizás siguen aquí y no me miran. No, soy yo, estoy en el suelo otra vez, creo que gritan, y yo río, en realidad no rio. Me miro con desprecio, ya lo hice otra vez. ¿Qué decía mi signo para hoy? Me leo el diario, no salga de casa o quizás sí, mejor vea un tutorial de como no cagarla fuera del baño. Baño, el baño blanco, que ya no es blanco, lo censuraron, quedó manchado, quizás un poco de coca en el suelo, todavía sirve. Hace falta que… If faut que, no sé por qué se francés, debe ser porque fui a París, no, nunca fui. Me río, la gente corre. Cae el telón, no el CAE, tema delicado. El techo es blanco, el suelo es blanco. Siento frío. Quizás soy yo quien está en la calle pasando frío, pero los cuicos son muy cuicos para entenderlo. Se vende mi obra en un millon de dolares. Ahora yo soy muy cuica para entenderlo. No me pasan el cheque, dicen que no soy responsable. Qué saben de eso si nunca han acomodado la coca con un cheque, pa eso si que no son cuicos. Río, ya no me miran. Me pasan pinceles, debo seguir creando en ese espacio en blanco, todo es blanco y silencioso. Ya no río, lloro. Me miro, suspiro, leo en mis labios que me digo, pinta, pinto. Otra obra maestra. Ahora disfruto del apocalipsis. La película no mentía, aunque no se si confiar en una película que no habla es maduro de mi parte. Maduro, otro tema sensible. Pinto, me pinto a mi misma mirando el apocalipsis mientras de fondo una escena de la película, la escena de los chinos que no son chinos: Do the Evolution Baby! a no, la película no tiene diálogo, pero la canción sí. ¿El progreso es progreso si conlleva un retroceso? Que filósofa, me desconozco. Necesito más droga. No estoy limpia, o sea sí, me lavo el poto y el pelo y los pelos del poto. Río, quiero incomodar a alguien con mis frases incómodas y con mi sonrisa incómoda y mi mirada incomoda. Iré a incomodar a los cuicos con mi incómoda presencia, pero ellos son muy cuicos para entenderlo.
Alguien me mira desde el fondo, sí, desde el fondo del pasillo. Por un segundo me recuerda a la escena final de la película francesa Á la folie… pas du tout, cuando la loca que está bien loca, que no solo le digo loca de loca como le digo a las locas que no están locas, se vá, y descubren que dejó una imagen del loco que no está loco, pero que sí le digo loco como le digo a los locos, pero al que limpia le da igual y lo limpia. En fín, me perdí. El loco limpia la imagen del loco que dejó la loca, y no importa, pero me importa el pasillo porque la loca se va por el pasillo y de un pasillo similar me miran. A no, no me miran, ¿O sí? ¿Y si miro yo mejor? Me miro desde el fondo del pasillo, me traigo pizza, pizza vegana porque la revolución será vegana o no será, y será con pizza o no será. Rica la pizza o la pikza. A no que flyte, pero ustedes son muy cuicos para entenderlo. Me río. Mi psicóloga me mira, me mira con su cara de jamás haber comido pizza vegana, con su cara de querer refregarme que admita que quiero enamorarme. Quizás sí, amo el arte, y la revolución vegana que si no es vegana no será. Me mira y dice tiempo, con su cara de Dios mío tengo que seguir con esto. Me río, porque sí, ambas seguimos con esto, en esta revolución apocalíptica de mi consumo y no consumo. Me como la pizza, me como las uñas, me como las uñas con pizza, pero no la pizza con uñas, ya que ahora soy muy cuica para entender que eso es desagradable. Desagradable, siempre he querido ser una persona desagradable y ahora lo soy, debo sentirme orgullosa de mis logros. Río y lloro al mismo tiempo. No sé como terminar este cuento, ojala hubiera leido algun blog antes de intentarlo para poder plagiarlo, total, nadie se da cuenta del plagio, porque son de personas que no son ni cuicas ni podrán entenderlo. Sí, me caen mal los cuicos y los no cuicos. Me caigo mal yo. Este es mi apocalipsis. Hoy me darían el alta y dije unos añitos más. Río. Unos añitos más, una obra de arte más, un gramo más, un amor más, una ruptura más, un baño más, una película más, una escena más, una línea más. Solo una línea más, total este es mi apocalipsis y el tuyo también. No puedes garantizarme un mañana ni yo a ti. Deja de leer esto y ve por mi al baño, sube la escalera, última puerta a la derecha. Ahí estoy tirada, mi nariz sangra, no, no me ahogué, esta vez no, pero casi, por poquito, al menos te puedo escribir esta carta, que no, no es chistoso, no es chistoso caer si no puedes levantarte, no, no es chistoso sentir frío sabiendo que no puedes remediarlo. No, no eres cuico, o quizás sí, pero aún así puedes entenderlo. Entrega esto, más bien entregame esto, cuando me veas tirada en medio del museo, ese día, sí, ese día cuando muestren mi cuadro. Me veras jalando alejada del mundo, pasara un minuto y estaré tirada. No podrás evitarlo, pero entregame esta carta, quiero leerla, quiero disfrutarla. Luego, llévame pizza a dónde estaré en rehabilitación. No te conozco, no me conoces, solo tenemos en común a quien nos vende de la buena. Ve por mi. Piensa en mi, deseame lo mejor y quiereme, cuidame, como jamás serás capaz de quererte a ti. Esto no es sano, jamás lo será, pero lo necesito y sí, soy demasiado egoísta para entenderlo. Te dejo un pago. Solo llevame pizza vegana, con mucho aderezo, sabes de cual hablo, que este sea mi fin y mi nuevo comienzo. Sé que no eres tan cuico como para poder entenderlo. Río, siempre río. Y disfruto de las películas francesas sin subtítulos. Te daré un autógrafo de agradecimiento.
Un autógrafo y un eterno epitafio, ad portas de un mundo apocalíptico. El museo fue destruido, menos aquel cuadro, de aquella mujer ensangrentada en el piso. Es como la escena de Terminator, en que le sacan la foto a Sarah Connor. Reid siempre se preguntó en qué o quién pensaba ella en aquel momento, y era en él. Pues desde esa lógica se lee este anticuento.